Habitos de lectura en Colombia, en este articulo me he interesado por compilar cinco respuestas de autores significativos, sobre los habitos de lectura en Colombia, sobre todo, pensando en sus lectores o en general en los lectores colombianos.
¿Leen realmente los colombianos? Gaceta, la importante revista de la desaparecida Colcultura, en 1989, hizo esta pregunta a varios autores colombianos. He seleccionado cinco de ellos. Sus respuestas son tan actuales que podemos decir: ¡Como si fuera hoy!
Las encuestas y entrevistas sobre habitos de lectura y escritura, más sobre la lectura que sobre la escritura de los colombianos, generalmente, se hacen a quienes podríamos llamar “usuarios” de los textos. Así obtenemos la respuesta del potencial público lector.
Todo autor escribe para ser leído. En esta compilación de textos mi lector sabrá qué piensan algunos autores sobre los lectores.
Alfredo Molano, Sociólogo
Lectores universitarios, con interés real y con ideología
Hay cosas muy sorpresivas. En la lectura de mis libros he descubierto que hay un público universitario, muy ávido, muy generoso, muy febril, que compra, que lee. En general es un público con cierta carga ideológica, también con cierto interés real por encontrar algo nuevo, algo distinto; un público que tiene cierto espíritu crítico, que a mí me agrada mucho. En mi caso las críticas más profundas las he recibido de estudiantes universitarios.
Hay otro público más serio, más sólido: el lector profesional, que también lee y lee bien, no traga entero. Pero tiene cierto escepticismo de que su crítica tenga eficacia; es apático y un poco pesado.
Hay otro público que realmente es detestable, es el que compra libros en los supermercados y que lee en Semana Santa, en el puente, en vacaciones. A ese público se le puede decir lo que quiera, con tal de que sea bonito, fantasioso y que no se le cuestionen sus valores de mercado. Es un público importante desde el punto de vista económico, pero para uno como autor es el más detestable.
Germán Espinosa, novelista
Sin criterio, leer no vale la pena
En Colombia se ha leído siempre muy poco en comparación con países como Argentina o México, para sólo mencionar casos latinoamericanos. Además entre nuestras gentes alfabetas, el lector con criterio escasea. Sin criterio, leer no vale la pena, es tan inocuo como ver televisión. Si un individuo no es capaz de asumir un papel activo en el transcurso de la lectura, si lee como quien recibe un sacramento, su lectura de poco sirve al autor, entre ambos no se establece una real comunicación sino una suerte de relación de rey a vasallo que es ajena al arte. Un lector que vale la pena es aquél al cual es preciso conquistarlo a brazo partido.
Juan Manuel Roca, poeta
El problema está en qué se lee
El problema no es si realmente el colombiano lee, de lo cual se puede sacar un dato aproximado con un inventario de librerías y de tarjetas de préstamo de libros en bibliotecas. El problema está en qué lee. Y cuál es su manera de discernir y reflexionar sus lecturas. Inconcebible, pero cierto, he conocido gentes que leen al mismo tiempo el último libro de García Márquez y el primero de Jorge Barón.
Los hábitos de lectura del colombiano no hacen al monje. Pero las funciones educativas de los editores no existen, tampoco, de parte del Estado.
Héctor Rojas Erazo, escritor
El buen lector es escaso
Sí, se lee, pero más que todo a Corín Tellado y los telenovelones vertidos a una prosa escalofriante propiciadas por las editoriales forajidas. El buen lector es escaso. Producto, ante tanta agresión, de una disciplina exótica. Y a menos que se desate, como ocurre en estos momentos, una verdadera hemorragia publicitaria sobre determinado buen libro, se estimula muy poco a ese tipo de lector. A poco escarbar, nos encontramos con Vargas Vila y Compañía.
Orlando Fals Borda, sociólogo
Tenemos defectos de formación
Las estadísticas de lectura no son estimulantes. Pero aceptar que la cultura deba transmitirse sólo o primordialmente a través de la palabra escrita es juzgar mal la incidencia de otras formas de comunicación del pensamiento, como la literatura oral. Tengo la impresión de que apenas empezamos a explotar la riqueza de expresión y estilo de nuestras gentes comunes, especialmente las del campo, en su cotidianidad de informalidad.
Desde otro punto de vista, en colegios y universidades los profesores observamos las dificultades que tienen los estudiantes de asimilar lo que leen: es un defecto de formación bastante negativo que viene desde la escuela primaria. Y luego muchos cuando deben leer lo hacen en fotocopias de capítulos o páginas aisladas. Esta práctica, útil en determinadas circunstancias, es facilista y no debería ser tolerada o estimulada por las autoridades académicas ni tampoco por las oficiales.